
“Había un complot formado entre soldados del Batallón, de Artillería y automovilismo para asaltar la Fortaleza, encerrar a los oficiales sublevados y liberar a los presos”. Soldado de artillería José María Castillo.
Tras un voluminoso consejo de guerra, he tenido acceso, a uno de los sucesos más ignorados en Ceuta, tras el inicio de la Guerra Civil. Consabido es que la tropa, en gran número, estaba contra el golpe, varios soldados de artillería y automovilismo intentaron abortar la sublevación. Tenían ultimado el asalto a la fortaleza del Hacho y con ello liberar a los políticos, sindicalistas y militares que no se sumaron al golpe, pero tras una confidencia fueron detenidos y varios de ellos fusilados. La fecha elegida para el asalto estaría en torno al 15 de agosto de 1936. Los jefes de este complot, eran el cabo de automovilismo Julián del Barrio y el soldado Urbano Bautista, su disconformidad con la sublevación fue evidente desde las primeras horas del 17 de julio, en un primer momento intentaron concienciar a sus compañeros y realizaron dos tipos de octavillas escritas a mano, una contra sus jefes militares y la otra dirigida a los civiles. Otro de los implicados el joven soldado Jesús López, trabajaba en las oficinas de automovilismo y fue el encargado de realizar las copias a máquina. Tras tener, realizadas numerosas octavillas se las entregaron al soldado ceutí Manuel Sevilla García, de 19 años y vecino de la popular barriada del Sardinero, antes de ser fusilado explicó en el consejo de guerra como se hizo la entrega: “… Si entregué unas octavillas al soldado de artillería que estaba de centinela en el muelle de La Puntilla. Me la entregaron el cabo de mi grupo de automovilismo Del Barrio y el soldado José Crespo. El encabezamiento de las octavillas decía: …Soldados, rebelarse contra vuestros jefes, contra el facio nos tenemos que unir todos". Una vez que ya han conseguido la adhesión de varios cabos y soldados, celebraron una reunión en automovilismo, en la chatarrería del cuartel, lejos de la mirada de sus jefes. A este llamamiento asisten los cabos Julián Del Barrio, Secundido Valdés, los soldados Higinio Guerrero, Regino Oset, José Crespo y Francisco Juan López, acordaron que tenían que realizar algo más contundente, y planifican el asalto a la fortaleza del Monte Hacho. El soldado de artillería José María Castillo Ramírez, explicó en el consejo de Guerra cómo se preparó el asalto: "El telefonista de la Fortaleza del Monte Hacho, Navarro, me dijo que había un complot formado entre soldados del Batallón del Nº 8, de Artillería y Automovilismo para asaltar la Fortaleza y encerrar a los oficiales y liberar a los presos. Me preguntó, si conocía algunos soldados que estuvieran dentro del recinto penitenciario y al llavero de la Puerta de Ceuta y si con tres ametralladoras se podía batir a la tropa que allí había. Me encontré con Joaquín Lluch Bel y otros dos y el primero le repitió las mismas cosas que a Navarro, tanto Lluch como los otros dos, le daban la razón y decían que la cosa era fácil. El cabecilla de este movimiento era el Sargento Morales, que le había dicho a Carbonell que todavía no era tiempo de sublevarse, pues había mucha fuerza del Tercio y Regulares. Al salir del Regimiento me encontré con el soldado de automovilismo Viernes quien me dijo si estaba enterado del asalto y que todo estaba preparado para el 15 de agosto". El encargado de ultimar este asalto fue el soldado de automovilismo José Viernes quien habla con el soldado de artillería Castillo, para pedirle la posibilidad de coger tres ametralladoras de su cuartel. Otro de los implicados, el artillero Juan Persiva, habló con el soldado destinado en la fortaleza Juan Costa Jiménez, para que hiciera propaganda dentro de las dependencias del Hacho, y no les disparasen cuando vayan a tomarlo. Contactaron con los paisanos Salvador Peña Guerrero, Tomas Aguilar Rodríguez, Pedro Clavijo Rodríguez y Salvador Gutiérrez.
También estudiaron el asalto a García Aldave
Si el asalto al Hacho no se pudiera realizar también planean realizar lo mismo en el otro centro de detención de Ceuta, los barracones de García Aldave, donde están la gran mayoría de civiles, entre ellos el alcalde Sánchez-Prado. El asalto a este otro centro de detención se realizaría, de la siguiente forma: “…Soldados del destacamento de Autoradio, en la noche del 15 de agosto de 1936 inmovilizaran a sus jefes y oficiales, a continuación los despojarían de sus uniformes y los repartirán entre los implicados en el asalto, después saldrían en formación de convoy hacia la cima de la llamada Posición A, donde se encuentra la prisión de García Aldave, una vez esta asaltada, liberaran a los encarcelados ofreciéndoles armamento. Uno de los soldados llevaría una bandera blanca liada en el cuerpo al objeto de hacer señales a los barcos de la escuadra republicana en el Estrecho, cortando la carretera de acceso al monte con barricadas para impedir el paso de fuerzas y camiones".Continuaron con las reuniones en las cocheras de automovilismo, para darle forma al plan de asalto, y que no falte nada, así como hablar con más militares para poder conseguir el mayor número de implicados en el complot, para que todo sea un éxito. Pero hubo otro intento de liberar a los presos de la Prisión de García Aldave. Esta tuvo lugar en noviembre de 1936 y estaba organizado por los marineros de la Compañía de Mar de Ceuta que hacían guardia en la prisión. Estos marineros en su mayoría eran naturales de Ceuta y más de uno tendrían algún familiar detenido en este centro penitenciario. Se descubrió la posible liberación de los encarcelados por el Capitán de Regulares Francisco Lobo, este sobre 20,30 del tres de noviembre, estando en el café El Vicentino, se le acercó el jefe de Falange local Enrique Delgado, quien le informa de que acababa de estar con un taxista y le había comunicado la necesidad de cambiar la guardia de la prisión, por tener noticias de que se estaban poniendo de acuerdo con algunos presos para dejarlos escapar. El capitán Lobo, se traslada a la Circunscripción para dar cuenta de ello al Comandante General Arturo Díaz, quien tras escuchar las explicaciones, le comunica se marche al cuartel del Teniente Ruiz, donde se encuentran acuarteladas las milicias de Falange y estuvieran en alerta para cambiar a los vigilantes de la prisión de García Aldave. Sobre 23,30 recibió orden del Comandante Militar, para que con la 2ª Centuria de Falange y en cinco camionetas de automovilismo se trasladaran a la citada prisión y se hicieran cargo de la guardia. Los 60 hombres que formaban la guardia de la Compañía de Mar en la Prisión de García Aldave, fueron detenidos.
Los implicados, fusilados
Cuando todavía faltan bastantes días para llevarse a cabo el asalto a la fortaleza del monte Hacho, Las octavillas que repartieron llegan a manos de un soldado que no quiere secundar este levantamiento contra sus jefes y comunica a sus superiores los preparativos que se están realizando. En pocas horas todos son detenidos. Se les realizó un Consejo de Guerra sumarísimo, los inculpados son, el sargento de artillería, Miguel Hernández Morales; los artilleros José Cortes Persiva, Joaquín Lluch Bel, Salvador de Haro Sánchez, Modesto Navarro Selles, Juan Costa Jiménez, Bernardo Cañizares Arroyo, José Luque González, Canuto Fernández, Mariano Carbonell Llopis; los cabos de automovilismo, Julián del Barrio San José, Leandro Valdés de la Fuente; y los soldados Regino Oset, Manuel Sevilla García, Urbano Bautista Pascual, José Crespo Vasallote, Higinio Guerrero Gómez, Jesús López, Francisco Juan López, Jesús Viernes Carreras; Antonio Molí Trufen y Guillermo Bendicho y los paisanos Tomas Aguilar Rodríguez y Salvador Peña Guerrero. En estos primeros meses tras el inicio de la Guerra Civil, la represión en Ceuta fue tan intensa y extendida que no sólo la sufrieron los que habían defendido la República con su labor política y sindical, sino que también cayó la misma sobre aquellos que eran simplemente más abiertos, los incrédulos por cualquier motivo, los que habían destacado en empresas culturales y actividades públicas o simplemente aquellos denunciados por rencillas personales, odios y deudas, de los que se nutrieron las cárceles ceutíes y zona del Protectorado español en Marruecos. Tras la proclamación del estado de guerra Ceuta se convierte en una ciudad llena de miedos y recelos. Desde la misma madrugada del 18 de julio las fuerzas sublevadas, con la ayuda de patrullas de falangistas, comienzan las detenciones selectivas y asaltos a las sedes de los sindicatos y partidos políticos. Los militares y algunos civiles a la fortaleza del monte Hacho y el resto a la prisión de García Aldave, también llamada Posición A, y en algún que otro documento oficial he podido leer “campo de concentración” y las mujeres al fortín de la barriada del Sarchal, antigua cárcel de la ciudad. Es difícil cuantificar el número exacto de detenidos en los tres centros penitenciarios, pero, según unas declaraciones de un alto jefe militar, eran cerca de dos mil. El 1 de septiembre de 1940 se cerró la prisión de García Aldave y todos los presos fueron trasladados a la fortaleza del monte Hacho. El 19 de agosto en el Cuartel de Artillería situado en la Plaza de África, lugar no habitual y bajo la presidencia del Teniente Coronel Peris Vargas se celebró el consejo de guerra, los miembros del tribunal son implacables y tras varias horas se dictaminó condenar a la pena de muerte a los cabos de automovilismo Julián del Barrio San José, Secundido Valdés de la Puente y los soldados Urbano Bautista Pascual y al joven ceutí Manuel Sevilla García, así como el soldado de Artillería, José Cortes Persiva y los demás a 30 años de cárcel. La última noche la pasaron en la zona del Cuartel de Artillería llamada " De las Bóvedas". A las siete de la mañana del 24 de agosto de 1936, fueron trasladados a la playa del Tarajal y fusilados. El sargento de Artillería, también implicado en los preparativos Miguel Hernández Morales, fue fusilado en el mismo lugar el 30 de septiembre de 1936.
Detener la sublevación con el asalto al Hacho
Pero esos cabos y soldados que planificaron el asalto a la Fortaleza del Monte Hacho, y repartieron octavillas entre sus compañeros no eran los únicos militares que estaban contra la sublevación, recordemos la situación en la tarde del 17 de julio de 1936, al frente de la Alta Comisaría estaba de forma interina el capitán de Artillería Arturo Álvarez-Buylla, la jefatura de las Fuerzas Militares el general Agustín Gómez Morato, la circunscripción Oriental (Melilla) el general de Brigada Manuel Romerales Quintero y la Occidental (Ceuta) el también general de brigada Oswaldo Capaz Montes, el jefe de las fuerzas aéreas con base en el Aeródromo de Sania Ramel (Tetuán) el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde y la base de hidros del Atalayón, en la Mar Chica, próximo a la ciudad de Melilla el Capitán piloto Virgilio Leret Ruiz. Ninguno de estos tres generales participaron en la conspiración, Romerales fue fusilado en Melilla, Capaz ejecutado en Madrid, por una patrulla anarquista y Gómez Morato fue detenido y separado del ejército. Tanto Álvarez-Buylla cómo De la Puente Bahamonde fueron fusilados en Ceuta. El Capitán Virgilio Leret fue ejecutado en Melilla, cuando las tropas del grupo de Regulares de Alhucemas de Melilla número 2, al mando del Capitán Guillermo Emperador, y el primer escuadrón de caballería a las ordenes del Capitán Alfredo Corbalan Reina. Cuando las municiones de que disponían se les agotaron, los aviadores se vieron obligados a capitular, realizándolo el Capitán piloto aviador Virgilio Leret Ruiz, cómo jefe de la defensa. Después de esta batalla, que fue la primera de la guerra civil española, al Capitán Leret y a los dos Alféreces que servían a sus órdenes nunca mas se les vio con vida. Según los testimonios actualmente disponibles, a los tres los fusilaron al amanecer del 18 de julio de 1936, supuestamente en las instalaciones de la base.