Por: José Luis Gómez Barceló

La historia de la Iglesia de Ceuta, en el paso de los siglos XIX al XX, no puede escribirse sin un personaje esencial en ella, la figura del Vicario General de la Diócesis y Deán de su Catedral, D. Eugenio Mac-Crohon y Seidel.
El Deán Mac-Crohon fue el responsable de que muchos templos se salvaran de la ruina, de que la comunidad cristiana de Ceuta recuperara cierta ilusión por la práctica religiosa y de que resurgieran asociaciones y cofradías. Muy preocupado por la educación, totalmente en manos laicas, consiguió que se desplazaran a la Ciudad las Madres Concepcionistas, en 1887.
Respecto a la enseñanza masculina había menos urgencia pues el Patronato Militar de Enseñanza, creado al comenzar el siglo XX, había sustituido a entidades anteriores: Colegios de Santa Ana, Virgen de África y Sagrados Corazones; con una doctrina acorde con las posturas de la Iglesia.
En 1912, las posibilidades de traer una comunidad religiosa masculina aumentan, ya que se percibe cierto interés en los Agustinos. Estos mantienen una magnífica relación con el prelado de Cádiz y Administrador Apostólico de Ceuta. José María Rancés y Villanueva había devuelto a la comunidad el Convento de Cádiz y se sentían obligados a complacerle.
Tras conversaciones con las autoridades diocesanas y el desbloqueo gubernativo de aprobar nuevas fundaciones eclesiásticas, el 7 de abril de 1913 se hace la petición al gobierno, que será sancionada el 7 de mayo de 1914. Veinte días después se solicita al Prelado, que lo aprueba el 10 de junio, ofreciéndoles los terrenos de la huerta del Cura Reyes y la Iglesia de San Francisco.
Ahora quedaba la fundación del nuevo edificio, para cuyas gestiones fue encargado el P. José Pérez Gómez, quien hizo su propio diseño. El Ayuntamiento contaba con un arquitecto municipal, Santiago Sanguinetti y Gómez, ocupado en proyectos importantes como los teatros del Rey (Cervantes) y Apolo, aparte de otros proyectos oficiales y particulares. Todo ello hizo que tras diferentes retrasos se encargaran los planos a un profesional foráneo.En el País Vasco se alcanzaban cotas muy destacadas en la edificación.
Visto así, se encargó el proyecto al arquitecto Urcola, contratándose las obras con la Compañía Olasagasti. El acuerdo venía obligado por la falta de profesionales que pudieran hacer una construcción de entramados y pisos de cemento armado, lo que no ocurriría hasta la década de los veinte.
La construcción se llevaría a un ritmo impresionante. El 15 de mayo de 1915 se dio principio a las obras y el 27 de octubre estaban dándose clases en el ala derecha, con entrada por el pasaje Romero. Las obras fueron dirigidas por el ingeniero militar, supranumerario sin sueldo, Luis Sierra.
El Colegio se proyectó con una planta sencilla, en U, que sería rota en su ala izquierda ante la innecesariedad de hacer una iglesia por la cesión de la de San Francisco. Quedaba así una fachada con dos torreones de planta cuadrangular en los flancos y otro de menor altura en el centro, que servía de acceso al edificio; entre ellos dos cuerpos con cuatro vanos en cada uno.
Ya decíamos que el ala izquierda no se llegó a realizar; sí la derecha, con un cuerpo de 11 vanos, partiendo del torreón de la fachada principal, sin rematar con otro al fondo.
Al hallarse en un terreno con un fuerte declive, se opta por enrasar la planta, reforzando la impresión mediante cornisas, y haciendo un jardín, que luego se cerrará con una verja, ante la fachada. Todos los vanos son adintelados, exceptuando el cuerpo central, saliente, en el que hallamos el portal de acceso, sobre él un balcón con balaustrada adintelado y saliente, y culmina otro de medio punto. El cornisamento, corrido, se remata con el escudo del colegio y una estatua de cuerpo entero de San Agustín. Llaman la atención, también, sobre los planos almohadillados en todo el edificio mediante estucado enormes cruces que decoran el cuerpo central y de menor tamaño en la última altura de los torreones, así como la inclusión del nombre de la fundación bajo el cornisamento.
El acceso principal nos lleva a un patio, con galería abierta porticada. En los ángulos, por los torreones, dos escaleras dan acceso a las dos plantas superiores ahora tres, cuyas estancias miran a la fachada y mientras que el pasillo forma una galería acristalada que da al patio. La construcción de nuestro colegio podemos decir, sin exageración, que constituye el primer gran edificio civil de este siglo, anticipo de un nuevo estilo en el urbanismo y la edificación que, quizá, no ha dado los resultados que por su muestra podrían haberse deducido.