EDITOR

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martes, 3 de enero de 2017

SE FUGA DE LA PRISIÓN DEL HACHO



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Como ya hemos narrado, muchos ceutíes estuvieron presos en sus propias casas durante años en cuartos trasteros, pozos o dobles techos. Pero tambien hubo alguna que otra huida, su protagonista es el joven Pedro Rodríguez, tenia 24 años, casado y con dos hijas de uno y dos años. Su compañero de prisión, Sánchez Téllez, nos cuenta: “Pedro me dijo: Ya me han comunicado, mi condena a muerte, si esta tarde no me incomunican por estar en capilla, ¡me fugo!, ¡Me escapo! Me han condenado a muerte y seguro que por la mañana lo llevan a efecto". Trate de disuadirle de la temeridad de su propósito por la imposibilidad de evadirse del presidio del Hacho, porque las murallas son altísimas e inclinadas hacia dentro. Y en caso de que lo consiguiera, qué rumbo iba a tomar, dónde se iba a ocultar. Después de comer, oí abrir el cerrojo de la celda, al mismo tiempo, que todos formábamos en fila en medio de la sala. Casi siempre escogían para trabajar a ocho o diez de cada celda, pero esta vez, como otras muchas, los pidió voluntarios. Mi amigo Pedro salió y yo también. Conducidos por cuatro o cinco legionarios-carceleros, con pistola al cinto y vergajo en mano, íbamos unos cuarenta o cincuenta reclusos de distintas celdas. Le mandaron coger pico o pala y observé como se le alegraban sus ojillos por este hecho. Supuse y así fue, que era porque en esa misión le sería más fácil burlar la vigilancia y evadirse. No sé como se las arreglaría mi inolvidable amigo Pedro, sin ser visto, para evadirse. Lo cierto es que, cuando volvimos del primer viaje de acarreo de los sacos para fortificar las baterías de cañones, Pedro no estaba allí. Miré insistentemente y nada. Se había escapado sin que los dos vigilantes notaran su ausencia, y eso que solo habría unos quince o veinte hombres cavando. Miré al Cielo y pedí a Dios con toda mi alma que no se dieran cuenta los vigilantes de su falta. Cuando nos distribuyeron en las celdas, fue cuando uno de los vigilantes, antes de pasar lista, se dio cuenta de que faltaba. Se formó zafarrancho grande, se oyeron discusiones en el pasillo entre los vigilantes y momentáneamente salieron a buscarlo. Pasaron varios días, quizás una semana o más, cada día que pasaba daba gracias a la providencia Divina para que no dieran con el paradero de mí intimo amigo y compañero, Pedro. Él me dijo que se iría por la parte del Salto del Tambor, para continuar por el Sarchal hasta el Recinto; después pasaría el Puente Almina y el Puente del Cristo y saldría de Ceuta por la playa de Benítez hasta Benzú. Y a campo traviesa llegaría hasta los montes de Alcazarseguer hasta Talaa Lacra para dar con la frontera internacional de Tánger, donde ya estaría a salvo. Que se alimentaría de madroños, moras y palmitos, y que lo más que tardaría seria dos o tres días. Pero un día fatal y desgraciado para mí y para todo el que tenga sentimiento, escuche en la voz de otro compañero de celda, la noticia más punzante y lastimosa que se puede oír. A Pedro, lo ha cogido la Mehala de Regulares de Marruecos en la misma frontera de Tánger, está en la celda nº 3, en capilla y mañana lo fusilan. Y así fue, al rayar el día siguiente, la descarga de los fusiles de un pelotón de ejecución sonó en mis oídos, repercutiendo en mi alma inundando mi corazón de tristeza”. Termina contando su compañero de prisión Sánchez Téllez.