EDITOR

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martes, 5 de junio de 2018

DECAPITADO EN CEUTA


La escultura de San Daniele Fassanella, un mártir franciscano que murió decapitado en Ceuta en 1227, goza de enorme veneración por los ceutíes al ser Patrón de la ciudad. La imagen es del siglo XVII y se encuentra actualmente en la Catedral, en la Plaza de África.

En 1227, el año siguiente a la muerte de San Francisco de Asís, seis religiosos de la región de la Toscana, en Italia: Ángelo, Samuel, Dónulo, León, Hugolino, y Nicolás, solicitaron al Hermano Elías de Cortona, entonces Vicario General de la Orden Franciscana, permiso para predicar el Evangelio a los paganos que habitaban el Norte de África.

Seis misioneros fueron primero a España donde se unieron a Daniel, Ministro Provincial de Calabria que fue su superior y les esperaba para dirigirse hacia Ceuta. Momentos antes de embarcar San Daniel desde Belvedere Marittimo (su ciudad natal) hacia Tarragona donde esperaría a sus compañeros y después se dirigirían todos juntos hacia la ciudad de Ceuta, para cumplir su deseo de proclamar el Evangelio a los infieles y alcanzar la palma del martirio, sus hermanas y sus conciudadanos le rogaron insistentemente que antes de partir les dejase algún recuerdo. Y San Daniel, tomando en sus manos un sarmiento y entregándoselo, pronunció estas proféticas palabras: "Plantad este sarmiento y será la riqueza de esta región. Y así sucedió, efectivamente, porque la mayor parte de la riqueza de Belvedere Marittimo, pueblo natal del Santo, la constituyen sus hermosos viñedos.
Existe otro milagro atribuido al Santo Mártir que, impaciente por la partida de la embarcación que había de llevarle a tierras de Ceuta, y observando cómo los tripulantes la demoraban por tener que aprovisionarse de la necesaria e imprescindible agua potable, les dijo: "Cavad aquí y encontraréis agua", y obedeciendo aquellos marineros empezó a brotar, ante el asombro de todos, un abundante y cristalino chorro de agua.
San Daniel y sus compañeros partieron en barco desde Tarragona el 20 septiembre de 1227, alcanzando las costas de Africa donde permanecieron durante unos días en un pequeño pueblo habitado principalmente por comerciantes cristianos, en las cercanías de las murallas de la ciudad de Ceuta.
Finalmente, muy temprano el domingo por la mañana, entraron en la ciudad, e inmediatamente empezaron a predicar el Evangelio. Pronto fueron aprehendidos y llevados a presencia del gobernador Arbaldo quien, pensando que estaban locos, ordenó encerrarlos en prisión. Ocho días estuvieron nuestros Mártires encarcelados en inmundas y oscuras mazmorras, recibiendo, sin duda, toda clase de tormentos, injurias y vejaciones.