ARTICULO DE HOY

Fundación de la vieja catedral de Ceuta


ANTONIO GUERRA / EL FARO DE CEUTA

Acredita el historiador Levi María Jordán que el Papa Martín V que, mediante la bula Romanis Pontífices de 4 de abril de 1417 dada en Constanza en el curso de la celebración del Concilio Ecuménico, nombró una comisión formada por los arzobispos de Braga D. Fernando Guerra y de Lisboa D. Diego Álavarez de Brito, a fin de que se incoara expediente para que ambos informaran sobre las preces del rey de Portugal D. Juan I para que Ceuta fuera elevada a la categoría de Sede Episcopal.
Luego, por la bula del mismo Papa de 4-04-1418, Romanus Pontife, un año después, se reconoció que la conquista de Ceuta por Portugal era perfectamente legítima desde el punto de vista del Derecho Canónico. Todo ello figura también acreditado en el Archivo Secreto Vaticano, volumen 195, folio 289, documento 144, página 299.
Como resultado de la investigación abierta por dichos arzobispos, con fecha 6-09-1420, ambos pronunciaron sentencia favorable en virtud de la cual se proponía elevar la antigua iglesia parroquial, que había sido inicialmente construida en el mismo lugar purificado donde se hallaba enclavada la mezquita árabe, a la dignidad de Catedral, creándose así la nueva Sede Episcopal ceutí bajo la advocación de la Asunción, en conmemoración de que el día antes, es decir, el 14-08-1415, fuera conquistada Ceuta, a la que también se marcaron como términos eclesiásticos el antiguo reino de Fez y los territorios del entonces reino árabe de Granada más próximos al mar.
Igualmente, por la bula Romani Pontificis, dada en Roma el 5-03-1421, se destinó a fray Amaro, entonces obispo de Marrakéx, como primer obispo de Ceuta. Y mediante la bula “Etsi Cuntos”, dada el 29-12-1442, Ceuta era declarada por el Papa, de “motu propio” (sin previa petición): “Única ciudad que confiesa la fe cristiana en África, tercera parte del mundo”. Resulta así inequívoca la especie de “entente cordiale” que entonces existía entre Roma y el rey D. Juan I de Portugal.
Según dejó escrito en 1912 el canónigo D. Salvador Calaf, la construcción de la vieja Catedral tuvo lugar en 1451. Se llevó a cabo, en primer lugar, en el mismo lugar donde se hallaba ubicada la antigua mezquita árabe en el tiempo anterior a la conquista, que fue derribada en su mismo emplazamiento y en su lugar fue construida la nueva planta de la iglesia Catedral, aprovechando los mismos materiales de la vieja mezquita. De hecho, inicialmente conservó la forma de dicha mezquita. Tenía 180 columnas de mármol de varios colores y junto al altar mayor dos hermosas estatuas de piedra verde. De la forma que antiguamente tuvo el templo se tienen escasas noticias; pero, según la visita que en 1578 efectuó el obispo D. Manuel de Cimbra, se ordenó al Tesorero que todos los días no festivos se enseñara la doctrina cristiana a los niños y niñas en las naves laterales, pero no en la central.
Y en la visita que realizó el obispo de Ceuta D. Antonio Aguiar, que desempeñó el cargo en Ceuta desde 1619 a 1622, ordenó que se pusieran barandas en las capillas, que no las tenían, para resguardar así los frontales de los altares, disponiendo también que en las fosas sepulcrales que las cofradías tenían en la Catedral, no grabaran ni pintaran cruces, para que la gente nos las pisaran. En la visita que realizó el obispo D. Manuel Cimbra en 1578, se ordenó al tesorero que todos los días no festivos se enseñara la doctrina cristiana a los niños en las naves laterales del edificio, pero no en la central. El mismo obispo dispuso que durante los domingos y días festivos, se cerraran con llave las gradas de dichas capillas para que nadie se sentara en ellas.
El coro era alto, tal como se colige de las expresiones que constan de aquellas fechas  en los antiguos estatus y visitas, como “bajar o subir al coro”. En tal sentido, refiere el Obispo Sr. Velunza: “En esta santa iglesia, por no haber habido coro bajo…”. Y también lo refiere el obispo D. Tomás Agüero comentando los artículos IV y V. En el Sagrario se veneraba a la Virgen del Rosario. En él radicaba la cofradía del mismo nombre. Así consta, entre otros muchos documentos, en el testamento otorgado en 1595 por Dª Catalina Páez de Alburquerque, y también constaba en los libros de la Hermandad de San Pedro Apóstol. Esa cofradía subsistió hasta 1716, fecha en que quedó extinguida al haber perdido casi todos los bienes, y sus alhajas fueron depositadas en poder del tesorero de la cofradía de Ntra. Sra. del Consuelo, y por fin incorporados a la de la Catedral, según atestigua el que fuera obispo, Sr. Mayoral.
Los siete Santos Mártires, Patronos de la ciudad, tenían también un altar principal, y en él fundaron una memoria perpetua de una misa diaria rezada, D. Diego Rodríguez Piñón y Piñoso y su cónyuge. En el siglo XVI, los terrenos afectados a esta manda eran los que ocupaba el chalet de D. Enrique García, la que fue casa cuna y otras casas; parte del terreno lo compró al Estado para abrir el antiguo camino del Recinto: los de la cofradía del Rosario eran, entre otros, los de las entonces calles de Penacho y Val de Flores.
En 1618, siendo obispo D. Guillermo Cobes y Gobernador de la plaza el marqués de Villarreal, a petición de ambos fue enviada desde Lisboa una reliquia del insigne diácono y mártir D. Lorenzo, enyastada en un brazo dorado. En 1582, el obispo Ciabra introdujo las fiestas de San Gonzalo, con vísperas solemnes, pero retribuidas. Según refiere D. Salvador Calaf, la Catedral en sus primeros tiempos debió tener, como mínimo,  la misma superficie actual, incluso habiendo podido ser más amplia, si bien, al tiempo de aseverarlo no existían datos suficientes para poder determinarlo con exactitud, sólo se deduce de otros datos indirectos.
En 1665 o año siguiente, estando entonces la Sede Episcopal vacante por la muerte del obispo D. Gonzalo de Silva, ocurrida el 26-02-1665, y no haberse procedido a nuevo nombramiento, a causa de la insurrección separatista de Portugal, la Catedral fue declarada en estado ruinoso. Y en 1672, siguiendo vacante la Sede Episcopal, la misma fue cerrada definitivamente al culto, y el Cabildo trasladó su residencia, en orden a los divinos oficios, a la entonces pequeña ermita de Ntra. Sra. de África, y en 1686 fue demolida.
En tal sentido, el obispo D. D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera en el relato de su visita refiere lo siguiente: “ Habiendo visitado el edificio material de nuestra iglesia, y reconociendo que estaba inhabitable y la mayor parte arruinada por vista de ojo y declaración de alarifes, habiendo tratado y conferido varias veces esta materia con el Excmo. Sr. D. Francisco de Velasco y Tovar, capitán general de esta plaza, a quien por real cédula de S.M. pertenece la superintendencia en la distribución de los 1000 ducados de plata que tiene asignados para la reedificación de esta santa iglesia, se resolvió de común consentimiento, con el parecer de un maestro mayor de obras que se trajo de la ciudad de Málaga, que se demoliese la iglesia antigua, como en efecto se hizo y se puso en planta llana, y se abrieron los cimientos de la nueva y capillas, y se comenzó la obra que hoy se va prosiguiendo”.
Demolida la antigua Catedral, se empezó a gestar la idea de su reconstrucción, y también a dotar económicamente el proyecto necesario que permitiera su reedificación.
Así, en la visita que efectuara el obispo Vidal Marín el 14-03-1696, el mismo mandó al Cabildo que rindiera cuentas claras de las cantidades percibidas hasta entonces para evitar las ruinas de la antigua Catedral, a fin de dedicarlas a construir la nueva, y dicho Cabildo le contestaba el 22 de marzo que el rey Felipe IV, por Real Cédula de 19 de septiembre de 1661, consignó 100 ducados de vellón cada año, y que hasta finales de 1664 se habían venido cobrando, y que el 31-05-1665 dispuso el rey que los 1000 ducados fuesen de plata, cobrándose desde esa fecha hasta el 14-05-1669.

Islote de Santa Catalina.ceuta


La isla de Santa Catalina[1] es una isla española situada en el entorno de la península de Almina, en la ciudad autónoma  de Ceuta.En los años 80 y 90 del siglo XX fue sepultada y unida a tierra firme, debido al desmesurado crecimiento de los desechos vertidos en el vertedero de la ciudad.Actualmente, el Área de Costas y Medio marino del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente inicia las obras de traslado, sellado y acondicionamiento del antiguo vertedero de residuos sólidos urbanos de Santa Catalina de Ceuta, en las cuales se limpió y rehabilitó la isla y su pequeña Fortaleza Circular, usada en el siglo XVIII como cárcel.Entre la isla y la península de Almina se producen hileros, estos son marcas que se forman en la superficie del agua y cuyo origen es debido a la dirección de una corriente marina. Son zonas en las que hay que extremar la precaución por la fuerza de las corrientes y el paso de la superficie del mar a marejada o, en algunos casos, fuerte marejada. También se conocen en términos marineros como HILEROS DE MAREA.Para los ceutíes es una palabra muy conocida, ya que son famosos los Hileros de la Isla de Santa Catalina, junto a la punta de la península Almina, un lugar muy peligroso desde la antigüedad para los navegantes incautos y sitio donde han ocurrido muchos hundimientos de barcos arrastrados contra las rocas por las fuertes mareas.También en las aguas de Santa Catalina hasta mitad del Siglo XX, era muy común ir a pescar por detrás del Cementerio de Santa Catalina pues era un sitio de mucha pesca. En aquel lugar arrojaban los mulos y caballos que morían en Ceuta. Al animal fallecido, le ataban una cuerda al cuello, por un extremo y una gran piedra por el otro. La piedra se apoyaba en la popa del bote, y este, a través de la cuerda remolcaba al equino al lugar considerado oportuno, donde dejaban caer la piedra. Era común pescar Meros de más de 10kilos, debido a la sobrealimentación.

TARTA DE ZANAHORIA COCO Y ALMENDRAS


http://mivegablog.com/

Esta tartita es una adaptación de la receta de Marián Quirós. Os recomiendo que la visitéis porque tiene una historia muy bonita.
Ingredientes:
  • 2 kilos de zanahorias
  • 1 taza de panela en polvo o azúcar de caña
  • 200 gramos de coco rallado
  • 200 gramos de almendras molidas
  • un paquete de galletas de canela sin ingredientes de origen animal, como las de Hacendado o Gullón.
  • Leche vegetal para remojar las galletas
  • Un vaso de agua
Preparación:
Pelar las zanahorias y trocearlas. Cocerlas tapadas hasta que estén blanditas junto con el vaso de agua y el de panela.
Triturar y añadir el coco (reservando un poquito para decorar) y la almendra. Batir bien y enfriar.
Ir remojando las galletas en la leche vegetal y disponerlas en una sola capa en la base de un molde. Cubrir con una capa generosa de la mezcla de zanahorias, y seguir haciendo capas. Terminamos con una capa de masa y decoramos con coco.

CEUTA A TRAVÉS DE LOS SENTIDOS

Llevo tiempo reflexionando sobre el espíritu o “genius loci” de Ceuta. Después de mucho pensar y de algunas conversaciones como amigos y familiares he llegado a un primer esbozo de cómo percibo Ceuta a través de los sentidos. Me gustaría que estos apuntes fueran ampliados y complementados por todos los amigos/as ceutíes o por personas que conozcan nuestra ciudad. Quisiera que fuera un proyecto colectivo. Pienso que la mejor manera de proteger y cuidar un territorio es tomando conciencia de sus valores. Y Ceuta tiene muchos. Así veo, oigo, palpo, huelo, saboreo y siento íntimamente a Ceuta:
Ceuta es luz y los colores que predominan son el verde oscuros de sus bosques y el cambiante color de su mar.
Ceuta es el sonido de sus gaviotas, del  viento y del continuo ir y venir de las olas.
Ceuta es olor a pólvora, por su tradición militar; a incienso y sándalo por su diversidad religiosa; a salitre por el mar que la abraza; y a hierbabuena y especias por su condición norteafricana.
Ceuta es de tacto húmedo por el mar y suave y amable, gracias al carácter de sus gentes y la calidez de su clima.
Ceuta es sabor a mar y a especias. Llevamos más de 2.000 años pescando y preparando salazones de pescados.
Ceuta es un lugar mágico, cuna de leyendas y mitos. Es un lugar donde emerge la intuición y la memoria histórica impregna cada rincón de esta tierra.  El sexto sentido existe, es el sentido personal de la totalidad y Ceuta es una ciudad ideal para su despertar.
fuente:http://elsignificadodelavida.com/


Ceuta: historia de una ciudad española

Hay rincones del mundo que parecen puestos ahí para albergar una ciudad. Uno de esos lugares es Ceuta. No es, por lo tanto, extraño que desde muy antiguo los seres humanos se fijasen en aquel enclave privilegiado de la costa sur del estrecho de Gibraltar. Levantada sobre una angosta península que domina la entrada al estrecho desde el Mediterráneo, los romanos conocían aquel asentamiento como Septem Fratres [Siete Hermanos], en alusión a las siete colinas que formaban la Ceuta primitiva.
Los ceutíes de la época, gente práctica y comercial dedicada a la elaboración de garum (una salsa de pescado que enloquecía a los antiguos romanos), se aliaron con la república romana frente a los cartagineses. Escogieron bien el bando y eso tuvo premio. Roma anexionó la Mauritania y con ella la pequeña población de Septem Fratres. La industria del garum era tan importante que Octavio Augusto la elevó incluso a categoría de municipio.
Tenía Ceuta, además, un valor estratégico notable. Nada ni nadie navega por el estrecho sin que lo adviertan desde la cima del monte Hacho, una colina de 200 metros de altura que cierra la península de Almina. En ese monte se situaba una de las dos columnas de Hércules que marcaban el fin del Mare Nostrum y del mundo conocido. La otra estaba sobre el peñón de Gibraltar.
Unida con la Península desde el imperio romano
Esas columnas de origen mitológico hoy forman parte del escudo de España con un lema muy familiar: Plus Ultra (más allá). Lo cierto es que durante siglos más allá de estas columnas reales o imaginarias pocos se atrevían a viajar. Ceuta se encontraba en el borde mismo del mundo conocido. Los romanos ensancharon ese mundo, fueron más allá de las columnas, circunnavegaron la península ibérica y la unieron a su imperio.
El municipio de Ceuta, que había nacido en África como parte del reino de los mauritanos, unió de este modo sus destinos a los de las tierras del norte. Desde ese momento no se volvería a separar de ellos. Al caer el imperio romano los bizantinos se fijaron en Hispania (Spania la llamaban) y no descansaron hasta integrar el sur de la península en sus dominios. Ceuta, naturalmente, iba en el lote.
Pero Spania estaba demasiado lejos de Bizancio como para conservarla mucho tiempo. Los visigodos del reino de Toledo no podían tolerar la presencia bizantina y, tras mucho insistir, los aventaron en el siglo VII. Ceuta pasó así a la Hispania visigoda cuyos monarcas se consideraban legítimos herederos del imperio romano, al menos por estos lares.
Un mismo destino
Enrique ‘El Navegante’, durante la batalla de Ceuta (1415).
Sucedió entonces lo impensable. Los musulmanes, que habían conquistado todo el norte de África en apenas medio siglo, llegaron a las costas del estrecho. Ocuparon Ceuta en el año 709. Dos años más tarde dieron el salto a la península gracias, según la leyenda, a don Julián, conde ceutí vasallo de los reyes toledanos que andaba ofuscado con don Rodrigo.
Las tribus bereberes de la zona disputaron el dominio de Ceuta con los recién llegados, pero sin demasiado éxito. Abderramán III, el más importante de los califas cordobeses, tomó al asalto la ciudad en el siglo X y la incorporó a su califato. Una vez más el destino de Ceuta y de los ceutíes estaba irremisiblemente unido al de la otra orilla.
Pero el califato cayó un siglo más tarde. La ciudad, conocida ya como Sebta, quedaría en manos de los almorávides y luego de los almohades. Todas las dinastías de Al Ándalus gobernaron sobre Ceuta que, aunque en algunos momentos alcanzó cierto grado de independencia, siempre estuvo unida a los emires hispanos ya fuesen nazaríes granadinos o benimerines.
De la Septem romana a la Sebta musulmana y, de ahí, a Ceuta
Fueron estos últimos a quienes tocó enfrentarse a la flota de Juan I de Portugal. A finales del siglo XIV los portugueses habían finalizado su reconquista y se hicieron a la mar. Se fijaron, claro está, en el norte de África. Mientras los exploradores descendían por la costa Atlántica para levantar nuevos mapas, el rey puso sus ojos sobre la perla del estrecho.
En agosto de 1415 Juan I y su hijo Enrique, más conocido como El Navegante, desembarcaron en la playa de San Amaro, a los pies del monte Hacho, y conquistaron la ciudad sin demasiados contratiempos. La Sebta musulmana pasaría a ser la Ceuta portuguesa en un nuevo salto morfológico que empezó con aquel Septem romano.
A este hecho le debe Ceuta no sólo su nombre actual, sino también su escudo de armas, que, con cinco escusones puestos en cruz, es el mismo que el de Portugal. Semejante honor se lo debe a que Ceuta fue la primera plaza de lo que con el correr de los siglos sería el imperio portugués, en el que no se puso el sol hasta finales del siglo XX.
Y los ceutíes solicitaron incorporarse a Castilla
La fortaleza del Hacho.
Este bien podría haber sido el último gran capítulo de la milenaria historia de Ceuta, pero no fue así. En 1578 murió el rey Sebastián de Portugal cuando se encontraba guerreando en África. Se fue al otro barrio sin descendencia, así que la corona pasó a su tío abuelo Enrique, que murió dos años después también sin hijos.
En ese momento Felipe II de España reclamó sus derechos sobre la corona portuguesa en virtud del parentesco que le unía con la dinastía Avis a través de su madre, Isabel de Portugal, hija de Manuel I. La reclamación se ajustaba a derecho y Felipe pasó a ser rey de Portugal como Felipe I. Durante los 60 años en los que las coronas de España y Portugal estuvieron unidas Ceuta siguió formando parte del reino de Portugal mientras que la vecina Melilla pertenecía al reino de Castilla.
La historia se empeñó entonces en dar un nuevo giro a los acontecimientos. En 1640 un levantamiento en Lisboa entronizó al duque de Braganza como Juan IV. Los ceutíes no siguieron al resto del reino. Las autoridades de la ciudad solicitaron formalmente a Felipe IV incorporarse a Castilla.
Sitiada por tierra y mar
¿Por qué lo hicieron? Seguramente por razones de orden práctico. Ceuta es una ciudad que siempre se sintió sitiada. Más allá del monte Hacho y de la península que le sirve de antesala se abre el inmenso continente africano. Ya en aquellos tiempos era común que los bereberes del interior, todos musulmanes, asediasen la plaza con cierta frecuencia. Puestos a pedir auxilio a la península, éste llegaría antes desde Castilla que desde la más distante Portugal. Los reyes de la casa de Habsburgo habían tratado muy bien a la ciudad fortificándola y concediéndole un fuero muy ventajoso. Felipe IV les aseguraba una condición privilegiada, Juan IV era un enigma y, además, el puerto portugués más cercano estaba demasiado lejos.
El temor de los ceutíes de 1640 no tardó en hacerse realidad. A finales de ese siglo y principios del XVIII la ciudad sufrió un prolongado cerco que, para colmo de males, vino a coincidir en su punto álgido con la guerra de sucesión española. En 1704 padeció un sitio doble y simultáneo. Uno por mar de la flota angloholandesa que acababa de tomar Gibraltar y otro por tierra de Mulay Ismail, sultán de Marruecos que se había obsesionado con conquistar Ceuta.
Ambos se quedaron con las ganas. Ceuta resistió una y otra vez. Mulay Ismail lo intentó hasta su muerte en 1727. Sus sucesores lo volverían a intentar en 17321757 y 1790. Los sucesivos cercos del siglo XVIII aportaron a Ceuta ese aspecto de fortaleza inexpugnable que aún conserva y que se muestra con todo su poderío en las murallas reales, una formidable estructura defensiva compuesta por cuatro líneas de baluartes, revellines, hornabeques, fosos y contraguardias.
Ceuta, cristiana desde el principio
Catedral de Ceuta.
Como vemos, la corona se tomó muy en serio conservar Ceuta a cualquier precio. La fortaleza del Hacho, por ejemplo, que llevaba siglos abandonada, fue reconstruida en tiempos de Carlos III y transformada en una moderna ciudadela desde la que se controlaba no sólo la ciudad, sino también sus inmediaciones tanto marítimas como terrestres.
Es en esta época cuando se concluye y consagra la catedral de Ceuta, un soberbio templo de estilo barroco levantado sobre el mismo solar que albergó primero una iglesia bizantina del siglo VI y posteriormente una mezquita. Por su situación geográfica, el cristianismo arraigó pronto en Ceuta. En el istmo de la península de Almina, a corta distancia del puerto, se descubrieron hace 30 años las ruinas de una basílica paleocristiana que los arqueólogos han datado en el siglo IV. Posteriormente se abandonó y quedó enterrada. No así el santuario de Santa María de África que levantaron los portugueses para acoger a la patrona de la ciudad y que fue reconstruido en tiempos de Carlos II, el último de los Austrias.
Debidamente fortificada, la ciudad resistió todos los asedios menos el de la modernidad. En 1812, coincidiendo con la proclamación de la Constitución en la vecina Cádiz, el antiguo cabildo se convirtió en un ayuntamiento constitucional, uno de los primeros de España. Esto se debe a que la ciudad no fue invadida por los franceses gracias a su insularidad… y a sus murallas. Pero no permaneció al margen. Se adhirió a la Junta de Sevilla y participó en la guerra desde la retaguardia suministrando apoyo material y humano a los que combatían contra el invasor.
Perdida América, España volvió a mirar a África
Aquello sería un aperitivo de lo que se avecinaba durante el siguiente siglo. Perdidos los virreinatos americanos, España volvió a mirar hacia África como área natural de expansión. Ahí tanto Ceuta como Melilla, dos cabezas de puente sobre el continente africano, tenían mucho que decir. De estar defendiéndose durante siglos iban a pasar al ataque.
En 1859 un grupo de rifeños atacó Ceuta. El Gobierno de Isabel II, presidido entonces por Leopoldo O’Donnell, reaccionó enviando un ejército que desembarcó en Ceuta dos meses después. Se trataba de un contingente notable integrado por 45.000 hombres y 78 piezas de artillería apoyado por una gran escuadra naval.
La campaña fue un completo éxito. Desde Ceuta el ejército se internó en el sultanato marroquí, ocupó Tetuán y puso a las tropas del sultán contra las cuerdas. Un año más tarde se firmó la paz. Ceuta era la gran beneficiada. No sólo podía ampliarse, sino que desde aquel momento se acabaron las incursiones rifeñas que tanto desasosiego generaban entre los habitantes. Además de eso el sultán tuvo que pagar una cuantiosa indemnización y ceder a perpetuidad otras plazas como las islas Chafarinas, un pequeño archipiélago al este de Melilla.
Marruecos, una pieza muy deseada y una decisión salomónica
Detalle de la muralla real de Ceuta.
La derrota de 1860 dejó al sultán en una posición muy delicada. Marruecos era una pieza muy codiciada por todas las potencias coloniales de la época. Francia, Alemania y el Reino Unido se disputaban el control de la orilla sur del estrecho. Al final, tras varios incidentes, se adoptó una solución salomónica: Marruecos quedaría partido en dos, la parte sur para Francia y la norte para España.
En la zona española se constituyó un protectorado, pero Ceuta no formaba parte de él. La capital del mismo se fijó en la cercana Tetuán. Entendían que Ceuta, aunque físicamente estuviese en África, era una ciudad española más, de la provincia de Cádiz concretamente.
Estar fuera del protectorado no la libró de protagonizar uno de los grandes acontecimientos de la historia de España: la guerra civil. Durante el verano de 1936 el ejército sublevado necesitaba trasladar las tropas del ejército de África a la península y escogió los muelles ceutíes para llevarlo a cabo. Francisco Franco llegó a Ceuta el 19 de julio, dos días después del alzamiento, y desde allí organizó una operación aeronaval de gran calado que sería clave en el desarrollo de la guerra.
Una ciudad española más que nunca formó parte de entidad colonial alguna
Concluida la contienda Ceuta continuó en buena medida a la cabeza del protectorado pero sin estar integrada en él. En 1956Marruecos se independizó y desde entonces sus gobernantes reclaman la ciudad como parte del país. Pero no, nunca lo fue. Por un lado Marruecos es una realidad política muy posterior a la presencia hispano-portuguesa en Ceuta, por otro la ciudad jamás formó parte de entidad colonial alguna.
Fue primero una ciudad portuguesa, posteriormente castellana con sus preceptivos fueros, más tarde un municipio gaditanohasta que en 1995 se constituyó como ciudad autónoma. Broche final este a una historia dilatada y rica que si por algo se ha caracterizado es por la voluntad de los ceutíes de permanecer unidos a sus vecinos del norte.

CAMPAMENTO JARAL CEUTA