De cuerpo menudo, pelo blanco y viva mirada.
Tenía un carrito de madera en una esquina de la plaza durante el verano.
De madrugada lo arrastraba a su casa. Su mujer e hijos le ayudaban a vender y a hacer los helados en su casa de la calle García Morato. Cuando se quedaba sin él, iba en su bicicleta a por más.
En las noches de la Feria cientos de personas se congregaban a su alrededor en busca de la refrescante "aguasebá".
Tenía un carrito de madera en una esquina de la plaza durante el verano.
De madrugada lo arrastraba a su casa. Su mujer e hijos le ayudaban a vender y a hacer los helados en su casa de la calle García Morato. Cuando se quedaba sin él, iba en su bicicleta a por más.
En las noches de la Feria cientos de personas se congregaban a su alrededor en busca de la refrescante "aguasebá".