Naufragaron dos navíos franceses, en 1692, L’Assuré y Le Sage, la tripulación en su gran mayoría pereció ahogada, los supervivientes quedaron prisioneros en Ceuta, y sus artillerías y utensilios sumergidos bajo las aguasCuando el Conde francés Víctor María D’Estrées zarpó de Toulon el 21 de marzo de 1692, hacia Brest, en el navío Le Sceptre, acompañado de diez y seis barcos más, con el fin de luchar contra Inglaterra y devolver el trono al derrocado Jacobo II nunca podía pensar los acontecimientos que le esperaban en aguas de Ceuta.
No llegando en el plazo previsto al lugar de reunión, y por lo tanto, no pudo participar en la batalla de La Hougue donde los franceses sufrieron una gran derrota, desvaneciéndose sus proyectos.En su ruta, el 15 de abril, capturó dos barcos de bandera inglesa; uno de ellos quedó muy dañado por el combate y como navegaba con dificultad decidió abandonarlo tras prenderle fuego.
Tres días después, en el Estrecho de Gibraltar junto a las costas de Ceuta, le sorprendió una violenta tempestad de lluvia y granizo que puso en evidente peligro a toda la escuadra. A pesar de las múltiples maniobras realizadas para evitar una catástrofe, perdió los navíos L’Assuré y Le Sage.
El primero mandado por De Chaurenaute fue arrastrado y es muy probable que se estrellara contra las rocas de los Isleos de Santa Catalina, su capitán junto a un reducido número de hombres embarcaron en una chalupa y con ella alcanzaron otro navío que los tomó a bordo, el resto de la tripulación en su gran mayoría pereció ahogada y su artillería quedó sumergida. El otro barco mandado por Le Guiche fue a encallar muy posiblemente en las rocas del Sauciño, sus marinos salvaron la vida, pero al estar España y Francia en discordia quedaron prisioneros del Gobernador de Ceuta Francisco Bernardo Barahona.
Como el temporal no amainaba y para recomponer su escuadra el Conde D’Estress tomó la decisión de retroceder hacia Málaga.
Antes envió un mensaje al Gobernador de Ceuta rogándole un trato humanitario a los 480 marinos cautivos, éste alojo en su casa a los oficiales y guardiamarinas.
Con posterioridad los prisioneros fuero enviados a Cataluña para ser canjeados. En este naufragio perecieron unos 317 hombres de los 797 que sumaban las dos tripulaciones.Una vez frente a las costas malagueñas enarboló en sus navíos los pabellones de Holanda e Inglaterra, con este engaño apresó muchas chalupas que se acercaron con el ánimo de venderles vituallas. Por los prisioneros se enteró de la próxima llegada de un convoy de barcos mercantes escoltados por dos navíos de guerra ingleses.
Los divisó el 21 de mayo y al día siguiente envió a M. de Cogolin al mando del navío Le Lis y cinco barcos más tras ellos. Los enemigos al verse perdidos incendiaron las naves y se dieron a la fuga en chalupas. Tras esta incursión la flota tomó rumbo a Brest (Francia) apresando en el camino tres navíos ingleses.
Es evidente que todas estas vicisitudes, algunas de ellas innecesarias, fueron la causa del retraso de la escuadra de Levante en llegar a su punto de reunión.El historiador Corre da Franca señala la recuperación de todos los cañones en 1694 del encallado en las piedras del Sauciño, sin embrago, del hundido en los Isleos refiere la inmersión de todas las piezas, aunque apunta –sin dar fechas-, que luego fueron puestas en tierras por buzos.
Por la lectura de estos datos parece poco probable la persistencia de algún resto de la artillería de aquel naufragio, pero tratando de ser lógicos, era relativamente fácil sacar los cañones del navío encallado, todo lo contrario ocurría con el otro, sumergido entre 14 y 20 metros y en una zona donde las corrientes son muy intensas.
Si a esto le añadimos la escasa tecnología submarina del siglo XVIII no sería sorprendente que algunos cañones no pudieron ser recuperados. El 9 de julio de 1694, el Gobernador de Ceuta se quejaba al Almirante de Castilla del retraso en la llegada de los 1000 escudos necesarios para sufragar los gastos de rescate y reflejaba lo lastimoso de no sacar los 50 cañones restantes por motivos económicos.Fuente: “La flota que no llegó a su destinos”- Juan Bravo Pérez y Juan Antonio Bravo Soto- 1989.