ARTICULO DE HOY

Comienza nueva serie Tesoros Numismáticos Portugueses.CEUTA

Numismatica Visual

 Publicado el  por jeroja6

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Comienza la emisión de la segunda serie de monedas denominada «Tesoros numismáticos portugueses», cuya primera serie fue muy apreciada por los coleccionistas por su alto valor histórico, con la emisión de la moneda «Medio Escudo de Ceuta», que habría sido la primera moneda portuguesa acuñada en oro, en Ceuta, África.

En esta segunda serie, la Casa da Moeda recrea algunos de los ejemplares de oro más bellos de la numismática portuguesa, por su trascendencia, importancia histórica y económica y rareza.

El Medio Escudo de Ceuta fue tal vez la primera moneda portuguesa de oro acuñada en África, en la ciudad de Ceuta, conquistada por D. João I en 1415. Producida en el contexto de la expansión ultramarina, esta moneda ya muestra claras referencias al dominio portugués. en Ceuta.

La recreación de este tesoro de la numismática portuguesa, la primera de una serie compuesta por cinco monedas, corre a cargo del escultor Rui Vasquez.

En el anverso se representa el escudo del Reino de Portugal, formado por un escudo con cinco escudetes colocados en forma de cruz, cada uno de los cuales contiene cinco bezantes en aspa, superpuestos a la cruz de la Orden de Avis y flanqueado por ocho castillos. Las leyendas que bordean la moneda son: «República Portuguesa» y «2020», con la identificación del autor en la parte inferior izquierda del escudo y la leyenda «Casa da Moeda» en la derecha.

En el reverso, donde se recrea la imagen del «Medio Escudo de Ceuta», se muestra la leyenda «CEPTE + DOMIN» rodeando la representación de una fortificación formada por tres torres rematadas por almenas y rodeadas por una doble capa de murallas rematas por almenas, con puerta y aberturas, frente al mar; en el centro, la letra C, identifica el centro monetario de Ceuta, debajo del cual está inscrito el valor facial 1,5 €.

La moneda viene presentada como muestra la imagen.

Características
Facial1,5 € 
MetalOro 999 pureza
Peso10,37 gramos
Diámetro26,5 mm
Precio en ceca895 €
PaísPortugal
Volumen emisión2.500
CalidadProof

La moneda ya ha sido puesta a la venta y además la INCM (Imprensa Nacional-Casa da Moeda) ha difundido un breve video sobre la misma.


La batalla de Los Castillejos. Foto histórica

 por jonkepa
TRADUCCIÓN:
La primera intervención Española en las tierras de Marruecos fue el año 1860, habia fuerte resistencia por parte de la tribu de (ANJERA) , que contenia varias casas (LOS BENI MEZALA) y (LA SAMEDA AZFA) que cobró muchas vidas de combatientes. Fue bautizada por los Españoles por la (BATALLA DE CASTILLEJOS) . y desde entonces se nombró por (CASTILLEJOS) .
NOTA:
La foto es un documento histórico de los tiempos de la Batalla de los Castillejos que me ha facilitado nuestro común amigo Luis Torti.
La traducción del texto la ha realizado un amigo mío, se trata de Abdul Sattar Chehabi, mi amigo es nacido en Siria, de nacionalidad española desde hace muchos años, es Capitán de la Marina Mercante españolA y hemos navegado juntos.
He preferido que fuera él quien hiciera la traducción ya que se trata de su lengua materna y, además, habla muy bien el español.
La Batalla de Los Castillejos se libró el 1 de enero de 1860 y tuvo lugar en los altos y en el valle de Los Castillejos, situados a unos 4-5 kilómetros al sur de Ceuta. Formó parte de la Guerra de África, que enfrentó a España con el sultanato de Marruecos, durante el reinado de Isabel II y el gobierno de Leopoldo O’Donnell.

El último general de la República Española



Antonio Escobar Huerta nacio en Ceuta, 14 de noviembre de 1879 — fallecio Barcelona, 8 de febrero de 1940). Fue un militar español miembro de la Guardia Civil. Figuró en la Guerra Civil como defensor de la II República.
El General “olvidado”, o el “muy católico” General son algunos de los sobrenombres con los que, muy raramente, se hace referencia a Antonio Escobar Huerta (“La guerra del general Escobar” de Olaizola, premio Planeta de 1983, y “Entre la cruz y la República” de Arasa, entre las pocas obras que lo abordan), guardia civil, hombre de honor, defensor de la República Española y la Constitución a la que había jurado lealtad; aunque en julio de 1936, mantener la propia palabra y la lealtad a la Constitución, representase una auténtica temeridad, cuando no una condena cierta a muerte, en todos aquellos lugares en los que los golpistas se hicieron con el control. Lo que no pasó en Barcelona precisamente porque, en el momento de mayor incertidumbre, la Benemérita mandada por Aranguren y Escobar se mantuvo leal a las instituciones democráticas decantando la situación de la Ciudad Condal del lado de la legalidad. Cuenta el anecdotario que el propio President Companys suspiró aliviado cuando, al ver aproximarse a los hombres de Escobar, armados y en formación, al edificio de la Generalitat de Cataluña, éste les ordenó saludar a la institución y continuó su marcha a la toma de los emplazamientos dónde los golpistas se habían hecho fuertes y se enfrentaban a los milicianos de Durruti. No sería ésta su única responsabilidad decisiva, encargado inmediatamente a continuación por el propio Vicente Rojo de la encarnizada defensa del sector de la Casa de Campo – vital en las horas más dramáticas de la batalla de Madrid – cuando su caida era tan previsible que hasta algún corresponsal inglés que acompañaba las columnas de los golpistas se aventuró a enviar a Londres una precipitada crónica que sería publicada al día siguiente, sobre cómo se había producido ya la entrada de falangistas y requetés en la capital… con tres años de adelanto.Honrado, íntegro, comprometido con la defensa de la República española hasta decir basta en todo lo que se le conoce hasta la fecha, resulta difícil recoger en estas líneas el alcance de lo que a Escobar le supuso cumplir con su deber con el Gobierno legítimo: desgarrado por el dolor de ver a uno de sus propios hijos pasarse al bando de Franco, de saberlo más tarde caido en la batalla de Belchite, blanco él mismo de recelos y desconfianzas de los sectores más radicales – repudiado por sectores de la izquierda tanto como lo sería desde el primer momento de la contienda por la extrema derecha – y hasta objeto de un fallido atentado que no se ha llegado a esclarecer si fue perpetrado por quintacolumnistas infiltrados en la República. Herido en varias ocasiones el Presidente Azaña en persona le autorizó un peregrinaje a la Virgen de Lourdes, todavía convaleciente, que fue la comidilla de la retaguardia republicana, y de las malas lenguas que decían que aprovecharía el permiso para escapar a Francia ante lo crítico de la situación. No fue así, sino que regresó para pasar asumir el mando del ejercito de Extremadura, uno de los pocos operativos que aún le quedaban a la República, emprendiendo a inicios del 39 – ya perdida la batalla del Ebro – la que sería la última ofensiva, a la desesperada, de la Segunda República Española, en el sector de Valsequillo-Peñarroya, intentando desviar, con ello, el avance principal franquista y ganar el tiempo que no se llegó a tener para organizar una segunda línea defensiva en Cataluña.Tras la captura de Almadén y la ruptura definitiva del frente de Extremadura, caida ya Barcelona y perpetrado el autogolpe casadista en Madrid, Antonio Escobar Huerta, el último General de la República española en territorio nacional, rindió su mando ante Yagüe y sus legionarios en el antiguo casino de Ciudad Real el 26 de marzo de 1939. Leal a la República hasta el final, pudo haber escapado en una avioneta a Portugal pero decidió permanecer junto a sus hombres, convencido de no haber hecho otra cosa que cumplir con su deber de guardia civil y decidido a correr su misma suerte: el propio Franco intervino en persona para asegurarse de que fuese pertinentemente fusilado.Y esa “España mejor”, democrática, constitucional, que Escobar defendió con su vida hasta sus últimas consecuencias, aún no ha sido capaz de decir que el cargo acusatorio de “rebelión” por el que fue condenado por los “rebeldes” no tiene validez jurídica alguna; que su “Consejo de Guerra” fue una farsa predeterminada en su resultado antes de empezar, y que su ejecución, sin haber cometido crimen capital alguno, fue un simple y vil asesinato: parte del exterminio general llevado a cabo por la dictadura. Una mala ley “de la memoria” – hecha con más cálculo y miedo a los votos del que Escobar y los suyos mostraron a las balas de los sublevados cuando había que jugarse la vida defendiendo nuestra Constitución – ha dejado pasar la oportunidad de declarar la nulidad jurídica, de pleno derecho, de todo ello y de restaurar el honor de todas estas personas irrepetibles. Pero mejor no entrar en tales comparaciones entre unos y otros - la actuación de los hacedores de nuestra “olvidadiza” ley con la de los defensores de nuestra República perdida – que las comparaciones, a veces, pueden resultar demasiado odiosas.Antonio Escobar Huerta murió crucifijo en mano y mandando su propio pelotón de ejecución, el amanecer del 8 de febrero de 1940 en los fosos del castillo de Montjuic. Ninguna calle en Ciudad Real, Barcelona o Madrid, ni tan siquiera en Ceuta – su ciudad natal –, lleva su nombre, ninguna estatua conmemorativa recuerda entre nosotros a este guardia civil que mantuvo su palabra y cumplió con su deber más allá de lo que a nadie se le puede exigir. Ninguna izquierda democrática, ninguna derecha democrática, ha entendido todavía oportuno reivindicar la memoria de este hombre de honor que mantuvo su juramento de defender nuestra Constitución a tan alto precio. Peor para ellos. Para todos nosotros en realidad.<>.
Miguel Ángel Rodríguez Arias.

CEUTA Y LA LEÑA.





A mediados del siglo XVIII, de las principales necesidades de la ciudad era la leña. Uno de los pocos combustibles de la época, junto al carbón. La inexistencia de ella en la plaza, obligaba a salir al exterior o “campo del moro” con el fin de abastecerse de ella.
El día 9 de diciembre de 1588, sale de la plaza una columna al mando de Diego de Mexía, cayendo en una emboscada, donde perecieron 45 soldados y otros 200 fueron hecho prisioneros.
Todos estos acontecimientos suceden a pesar de las relaciones cordiales que por entonces existían entre Fez y Madrid. Eran frecuentes los ataques de las cabilas cercanas a Ceuta, como el Biuts, Anyeras, Bani-M´sala y Ain-Dehicha, claro ejemplo de la poca o ninguna influencia que ejercía el sultanato de Fez, sobre la mayoría de las cabilas magrebíes. Ello obligaba a los ceutíes a vivir en continuos sobresaltos

POSTE TELEFONICO CEUTA


Ceuta. Poste de entronque del muelle de Alfau y poste antiguo interurbano del circuito Algeciras-Ceuta.

HISTORIA DEL MAR CEUTA

EL BARCO CIUDAD DE CEUTA 1928

ciudad de ceuta 1935

El Ciudad de Ceuta 1973

Fortaleza del Hacho - Lo que silencia sus muros

El Faro Digital.es - Francisco Sánchez Montoya 5/10/14
(Fragmento referido a la Guerra Civil)
En 1936 se planeó asaltar el Hacho
Otro de los sucesos que guardan la historia de la Fortaleza del Monte Hacho, fue la planificación de un asalto a sus dependencias y liberar a los presos que fueron detenidos tras el golpe de 1936, sus celdas se llenaron de políticos, sindicalistas y militares que están contra la sublevación.

Tras leer un voluminoso consejo de guerra, he tenido acceso, a uno de los sucesos más ignorados en Ceuta. Consabido es que la tropa, en gran número, estaba contra el golpe, varios soldados de artillería y automovilismo intentaron abortar la sublevación. La fecha elegida para el asalto estaría en torno al 15 de agosto de 1936. Los jefes de este complot, eran el cabo de automovilismo Julián del Barrio y el soldado Urbano Bautista, su disconformidad con sus jefes fue evidente, en un primer momento intentaron concienciar a sus compañeros y realizaron dos tipos de octavillas escritas a mano, una contra sus jefes y la otra dirigida al pueblo de Ceuta, tal y como se refleja en el consejo de guerra.

Otro de los implicados el joven soldado Jesús López trabajaba en las oficinas de automovilismo y fue el encargado de realizar algunas copias en máquina de escribir. Tras tener, realizadas numerosas octavillas se las entregaron al soldado ceutí Manuel Sevilla, de 19 años y vecino de la popular barriada del Sardinero, antes de ser fusilado explicó en el consejo de guerra como se hizo la entrega: “… Si entregué unas octavillas al soldado de artillería que estaba de centinela en el muelle de la Puntilla. El encabezamiento de las octavillas decía: …Soldados, rebelarse contra vuestros jefes, contra el Facio nos tenemos que unir todos».

Una vez que ya han conseguido la adhesión de varios cabos y soldados, organizaron una reunión en la chatarrería del cuartel de automovilismo. A este llamamiento asisten los cabos Julián Del Barrio, Secundido Valdés, los soldados Higinio Guerrero, Regino Oset, José Crespo y Francisco Juan López, y acordaron la planificación del asalto a la fortaleza del Hacho, para liberar a los presos políticos.  El soldado de artillería José María Castillo Ramírez, explicó en el consejo de Guerra cómo se preparó el asalto: «El telefonista de la fortaleza del monte Hacho, Navarro, me dijo que había un complot formado entre soldados de Artillería y Automovilismo para asaltar la Fortaleza y encerrar a los oficiales y liberar a los presos. Me preguntó si conocía algunos soldados que estaban de servicio dentro del Hacho, o al llavero de la “Puerta Ceuta” y si con tres ametralladoras se podía batir a la tropa que allí había. Me encontré con Joaquín Lluch y otros dos y el primero le repitió las mismas cosas que a Navarro, tanto Lluch como los otros dos le daban la razón y decían que la cosa era fácil. El jefe de este complot era el sargento Morales, que le había dicho a Carbonell que todavía no era tiempo de sublevarse, pues había mucha fuerza del Tercio y Regulares. Al salir del Regimiento me encontré con el soldado de automovilismo Viernes quien me dijo si estaba enterado del asalto y que todo estaba preparado para el 15 de agosto».

El encargado de ultimar este asalto fue el soldado de automovilismo José Viernes quien habló con el soldado de artillería Castillo, para pedirle la posibilidad de coger tres ametralladoras de su cuartel. Otro de los implicados, el artillero Juan Persiva, habló con el soldado destinado en la fortaleza Juan Costa Jiménez, para que hiciera propaganda dentro de las dependencias del Hacho, y no les disparasen cuando vayan a tomarlo. Contactaron con los paisanos, Salvador Peña Guerrero, Tomas Aguilar Rodríguez, Pedro Clavijo Rodríguez y Salvador Gutiérrez.

Cuando faltan pocos días para el asalto, las octavillas llegan a manos de sus jefes. En pocas horas todos son detenidos. El 19 de agosto en el Cuartel de Artillería situado en la Plaza de África, bajo la presidencia del Teniente Coronel Peris Vargas se celebró el consejo de guerra, los miembros del tribunal son implacables y tras varias horas se dictaminó condenar a la pena de muerte a los cabos de automovilismo Julián del Barrio, Secundido Valdés y los soldados Urbano Bautista y el joven ceutí Manuel Sevilla García, el soldado de Artillería, José Cortes y los demás a 30 años de cárcel. A las siete de la mañana del 24 de agosto de 1936, fueron trasladados a la playa del Tarajal y fusilados. El sargento de Artillería, también implicado en los preparativos Miguel Hernández Morales, fue fusilado en el mismo lugar el 30 de septiembre de 1936.

La traición del conde Don Julián,CEUTA



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A finales del siglo VII la monarquía visigoda se debatía en sus habituales y sangrientas luchas por el poder. El rey Égica trataba de eludir la costumbre germánica de elegir los monarcas, procurando de asegurar el trono para su hijo Witiza.
Para ello tomó varias medidas, la primera fue el compartir el trono con su vástago, para que —desde una posición de autoridad compartida— ambos pudieran acabar con aquellos de los que sospecharan deslealtad. En un marco de gran crueldad, una de sus decisiones menos sanguinarias fue quitarle la vista a Teodofredo (hijo del rey Recesvinto). El ciego se retiró a Córdoba con su hijo Rodrigo. En el año 702, cuando Égica falleció de muerte natural, inusual entre los monarcas godos, su hijo Witiza quedó como único monarca y trató de consolidar su posición, nombrando a Rodrigo, duque de la región Bética (Andalucía).
Desde esta posición Rodrigo pronto se convirtió en el líder de los magnates descontentos con el Rey y cuando Witiza trató de capturarle para quitarle la vista, como había hecho con su padre, el duque de la Bética organizó un ejército que derrotó al del Rey. Cuando tuvo en sus manos a Witiza, Rodrigo ordenó que le sacaran los ojos como él había hecho con su padre y lo envió desterrado a Córdoba, donde el propio Rodrigo había vivido muchos años con su padre ciego.
Rey Don Rodrigo leyendas
Rey Don Rodrigo
Rodrigo fue entonces proclamado Rey por sus seguidores; era el año 710. Don Rodrigo, siguiendo la costumbre, se dedicó a perseguir a los hijos de Witiza quienes decidieron huir al norte de África refugiándose en Tánger, donde gobernaba el conde Rícila, que había sido amigo de su padre.
Este noble visigodo compartía con el conde Don Julián la responsabilidad de defender las ciudades que tenían los visigodos en el Estrecho, localidades que estaban sometidas a una creciente presión militar por parte de los musulmanes que dominaban casi todo el norte de África.
En aquellos tiempos era costumbre que los nobles enviaran a sus hijos a educarse en la Corte, cerca del rey, así recibían alguna formación y hacían amistades que podrían serles útiles en el futuro, además de la posibilidad de encontrar con quien casarse. El conde Don Julián había llevado a su hija Florinda a la corte de Toledo. Florinda fue escogida, entre las doncellas del séquito real, como la destinada al servicio personal de Rodrigo, encomendándosele la delicada tarea de extraerle la sarna, cometido que realizaba, a diario, con un alfiler de oro. Tanta intimidad con el monarca acabó con la violación de Florinda. Indignada, la joven escribió a su padre, contándole lo sucedido. El conde Don Julián acudió a buscarla a Toledo y se la llevó con él a Ceuta.
El conde Don Julian, decidido a vengarse tan pronto regresó a su fortaleza, se puso en contacto con Muza, el gobernador musulmán de la región, contra quien se había enfrentado a menudo. Le explicó las continuas luchas internas existentes entre los godos y le prometió que, con su ayuda y la de sus amigos —Rícila y los hijos de Witiza— podrían invadir la Península y conseguir un gran botín.
Después de consultar con el califa de Damasco, Muza ofreció al conde Don Julián la ayuda del comandante Tarif ben Malluk y de un contingente de cien caballeros y trescientos peones.
El conde Don Julian y su gente, apoyados por los musulmanes, desembarcaron en Gibraltar para, a continuación, saquear Algeciras y otros lugares de la costa. Después, regresaron con el botín. En vista del éxito de la expedición, Muza decidió ampliar la ayuda al conde Don Julian. En esta ocasión le proporcionó doce mil guerreros. El conde Don Julián y Tarif transportaron a su ejército en naves de mercaderes, para tratar de no llamar la atención de los godos.
El rey Rodrigo, enterado del desembarco de este ejército, envió contra él a su sobrino Iñigo quien sería derrotado reiteradamente hasta que moriría en combate. Las tropas invasoras, después de haber llegado hasta Sevilla y saqueado todo lo posible, regresaron a África. Reunidos Muza, Tariq y el conde Don Julián, decidieron hacer una nueva invasión. Esta vez no incluyeron al conde Rícila —el gobernador de Tánger— pues lo consideraban un aliado problemático. La desconfianza había motivado que los hijos de Witiza regresaran a la Península.
El ejército musulmán cruzó el Estrecho y se dirigió a la rica vega del Guadalquivir donde, una vez más, saquearon las tierras. Posteriormente los musulmanes se dirigieron hacia Jerez, enterados de que Don Rodrigo avanzaba desde el sur, al frente de un poderoso ejército de cien mil hombres. Ambos ejércitos se situaron en las orillas opuestas del río Guadalete. El gran ejército visigodo, a lo largo de una semana de lucha, llegó a matar a unos dieciséis mil moros. Tarif, preocupado, solicitó entrevistarse en secreto con los dos hijos de Witiza, que capitaneaban dos alas del ejército de Don Rodrigo. Durante la reunión, Tarif les ofreció la corona real si desertaban durante la batalla. El día once del mes al que los musulmanes llaman Chawal, se produjo el choque definitivo.
Los hijos de Witiza desertaron, facilitando que el conde Don Julián y sus soldados rompieran las filas de Don Rodrigo. El rey godo peleó hasta el final, animando a unas tropas que se mostraban cada vez más débiles y que, finalmente, acabaron huyendo. Acabada la contienda, algunos supervivientes encontraron en la orilla del río a Orelia el caballo de Don Rodrigo; también hallaron su corona, sus lujosas vestimentas y sus zapatos pero no su cadáver.
Mucho tiempo después, en la ciudad de Viseu (Portugal) se encontró una tumba con la siguiente inscripción:
“Aquí yace Rodrigo, último rey de los godos”.
Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier

¿CEUTÍ O CABALLA?

 HISTORIAS DEL AYER...POR  José Mª  Fortes Castillo

Me contaba mi abuelo José, que cuando el inicio de sus venidas a Ceuta para pescar allá por el año 1904, en Ceuta, los africanos, que así llamaban los pescadores venidos de la Península a los nativos, utilizaban el sistema de pesca denominado “la espera”. Este sistema consistía en estar sentado en una atalaya o montículo de manera que pudiera otear la mar y detectar “las manchas” o los pájaros-las aves marinas que acuden a devorar los peces-. A estas acumulaciones de peces la denominaban «arda*», que podían ser de boquerones, jureles, sardinas o caballas generalmente.
    La población marinera se concentraba en la zona comprendida entre Puente Almina-hoy Plaza de la Constitución- y Puente del Cristo.
    Desde Puente Almina hasta levante, la orilla era escabrosa y poco apta para el varado de busetas-tipo de bote muy utilizado por entonces-. Desde Puente del Cristo a poniente, está limitado por el Foso y el puente levadizo, que a la caída de la tarde se elevaba aislando a Ceuta del resto del continente.
    En la Bahía Norte, el mayor número de embarcaciones estaban varadas en los bajos del Puente Almina, en la playita del Foso-donde estuvo últimamente el CAS, con anterioridad playa del Ceutí, y más antiguo aún, allí estuvo ubicado un tintero de artes de pesca  y la vivienda de Sebastián López-. En la Bahía Sur, era la Ribera el lugar de varado, a la espera de que los oteadores descubrieran los peces para a toda prisa botar la embarcación e ir a su captura.  
    La zona comprendida de Puente Almina, Rebellín, Marina y Paseo de Colón, era el lugar de residencia del resto de  los habitantes de la ciudad, como funcionarios militares, comerciantes y gentes de oficios de la época. Éstos, cuando pasaban por la calle de la Muralla-Paseo de las Palmeras,- o por la Brecha-calle Independencia-, y veían a cualquier oteador solían preguntar: ¿esperando las caballas? En esos tiempos la abundancia de estos especímenes era notable. Luego en referencia a ellos, solían decir:  «¡ Los de las caballas!..».y poco a poco fue derivando en: ¡los caballas!...
    En cierta ocasión, comentándolo con don José García Cosío, este me confirmó la teoría; y así  efectivamente, a la población marinera ubicada entre Puente y Puente, el resto de ceutíes los llamaban caballas; apodo que con el tiempo se fue generalizando y hoy, aunque nos lo llamen a todos los nacidos en esta tierra, es un título selecto que no todos poseen.