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‘Recuerdos de papel’: la comparsa que revolucionó el Carnaval de Ceuta


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En el ‘Cómic’ del Polígono comenzó todo. No solo una comparsa, también lo que para muchos supuso un antes y un después en el Carnaval de Ceuta. Y es que este popular bar fue el lugar de encuentro de los componentes de ‘Recuerdos de papel’, una primera reunión a la que acudieron quienes pusieron en marcha este proyecto que más tarde se convertiría en una de las páginas más brillantes del Carnaval de Ceuta.

El proyecto contaba con dos pilares: Jerónimo Romero y Alejandro García Hurtado, el primero como director y coautor de música, y el segundo, autor de letra. Romero, barbateño que había estado en una primera etapa en Ceuta mientras hacía el servicio militar, regresó a la ciudad y permaneció en ella hasta sus últimos días. Sobre él pilotaba el proyecto y fue buscando a los componentes. A algunos de ellos ya les conocía. Es el caso de José Antonio Compaz, ya que además de ser vecinos se conocían de la etapa de este en chirigotas (‘Dorminones con el ring de los cojones’ y ‘Con flechas y a lo loco’), ya que Romero y García habían acudido a un ensayo de esta agrupación en el gimnasio del actual CEIP ‘Mare Nostrum’, en la que Romero “limó alguna cosilla”.

Después de este ensayo, Romero acudió a la vivienda de Compaz (vivían enfrente, ‘puerta por puerta’) a decirle que estaban preparando un proyecto y que le gustaría contar con él y con Fernando Sanz, como bombo (Compaz y Sanz llevaban juntos desde ‘Somos pueblo’ (de la Peña Cultural Carnavalesca 7 Colinas, coincidiendo también en las chirigotas ‘Dormilones con el ring de los cojones’ y ‘Con flechas y a lo loco). El propio Compaz recomendó al otro componente de la percusión: el caja Juanjo Gómez Mancilla. Ahí quedó la cosa hasta que una noche en Carnaval, Quino Cabrera, capataz de la cofradía Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima de la Amargura, invitó a Compaz, costalero de la Hermandad, a que le acompañara a lo que en la actualidad es el Ceuta Center, por aquel entonces en obras. Allí ensayaba la Hermandad del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia y María Santísima de las Penas, donde Manolo Creo, otra de las piezas importantes de ese proyecto que se estaba germinando, era costalero. Al término del ensayo, Creo le comentó a Compaz que estaban formando el grupo y contaban con él. En este grupo, además de Creo y Cabrera, también estaban Javier Álvarez ‘Piru’, Emilio Salvador Abad y Dionisio García. Se emplazaron días después, un sábado, en el Cómic –que más tarde colaboraría también con publicidad en el libreto–, donde también acudieron Jerónimo Romero, Alejandro García, Fernando Sanz y Gómez Mancilla. Aquella reunión de diez, a quienes poco después se sumaron los demás (Juan Mur, Luis Moreno, Ángel Canas, Joaquín Alonso y Juan Heredia), fue el inicio de ‘Recuerdos de papel’, tal y como cuenta Compaz.

Finalmente, el grupo quedó compuesto por Joaquín Cabrera Bravo, ‘Quino’ (tenor), Luis Moreno Ortega (tenor), Ángel Canas Villatoros (tenor), Alejandro García Hurtado (tenor), Juan Mur Rodríguez (tenor), Jerónimo Romero Cardeñosa (bajo), Joaquín Alonso Román (segunda), Emilio Salvador Abad (segunda), José Compaz Santos (octavilla), Francisco Javier Álvarez Canas, ‘Piru’ (contralto), Dionisio García Ruiz (guitarra-coros), Manuel Creo Rocha (guitarra-punteos), Juan Heredia Hernández (guitarra-coros), Juan José Gómez Mancilla (caja-coros) y Fernando Sanz Santiago (bombo-coros).

Gran parte del grupo posa junto al entonces concejal de Festejos, Diego Sánchez Baglietto.

‘Piru’, otro de los promotores de este grupo, también recuerda el momento de su formación: “Manuel Creo, Dioni, Emilio y yo veníamos de la comparsa de Andrés Peña ‘Cunas de Piedra’, y surgió la posibilidad de unirnos a Jerónimo, Alejandro, Compaz, Juanjo Mancilla y Fernando (…) Nos reunimos en el Cómic y allí empezó la historia”.

Los ensayos de la comparsa comenzaron allá por el mes de marzo de 1989 en la sala de autópsias del cementerio, para pasar más tarde a lo que hoy es el Museo del Revellín. “Allí tuvimos enganchada la luz a la iluminación de la calle”, recuerdan algunos componentes. Después, los ensayos pasaron definitivamente a la Peña Cultural Carnavalesca ‘El piropo’, de Andrés Hernández, ubicada en San Antonio (lo que más tarde fue la Casa de Andalucía). En alguna ocasión también tuvieron que ensayar en la vivienda de los padres de Dionisio, en el ‘Barrio de Las Latas’.

Los ensayos comenzaron tan pronto que al llegar Semana Santa, la comparsa tenía ‘metido’ el pasodoble piloto. Tras el tiempo de Pasión, se retomaron los ensayos y antes de las vacaciones estivales, el pasodoble estaba ya montado y afinado, además del cuplé y el estribillo, mientras que a la vuelta se ‘metieron’ más pasodobles, más cuplés, la presentación y el popurrí. “En noviembre ya teníamos casi el 90 por ciento del repertorio montado. Y en enero ya estábamos listos. De hecho ya se nos hacía tedioso, monótono, aburrido… Era un bucle”, apunta Compaz.

Durante esos meses de ensayo en los que en ocasiones cantaron con velas y bombona de gas, hubo numerosas anécdotas que han quedado para el recuerdo, la mayoría de ellas, buenas, aunque también hay alguna no tan agradable. La más negativa: que la comparsa estuvo a punto de romperse a menos de un mes de Carnaval.

Pero las buenas y curiosas fueron mayoría. Como los ensayos de los viernes, a los que acudían muchos allegados. “Creamos un baile en Fin de Año y conseguimos formar una familia”, añade.

Otra de las anécdotas cuenta que un día no conseguían afinar las guitarras, hasta que Andrés Hernández creyó haber detectado el motivo y se lo dijo a ‘Tita Araceli’, madre de ‘Piru’, que lo trasladó al grupo. “Yo me quedé helado, flipado… No había manera de afinar las guitarras hasta que ‘Tita Araceli’ preguntó si alguna tenía el periodo. Las que lo tenían salieron y las tres guitarras se afinaron perfectamente. Tal cual te lo estoy diciendo”, asegura. También quedaron en el paladar –e inmortalizadas en el recuerdo– de los componentes aquellas tortillas de patatas de ‘Tita Araceli’.

‘Recuerdos de papel’ dio para mucho, incluso para grabar la cabecera de un programa de ‘TeleCeuta’. Para la ocasión, ensayaron la rumba de Antonio Martín con otra letra dedicada este medio de comunicación.

Una comparsa ambientada entre los años 1920 y 1935

‘Recuerdos de papel’ simbolizaba con su tipo y puesta en escena una de las muchas fotografías antiguas de Ceuta, concretamente una donde se contempla el muelle del puerto con un fondo de casitas bajas, “tan encaladas que parece como si las olas del mar cercano quisiesen acariciarlas”, reflejaba la agrupación en su libreto.

En este explicaba que para entenderlo había que situarse entre los años 1920 y 1935, época en la que comenzaron importantes obras de ampliación de los muelles y la construcción de otros, “para lo cual se necesitaba de un buen contingente de obreros, estos llegan de todos los rincones de España, pero en su mayoría proceden de Cádiz y Málaga en busca de la aventura y fortuna”.

De izquierda a derecha: Juan ‘Chico’ Mur, Juanjo Gómez Mancilla y Jerónimo Romero.

“La riqueza pesquera del litoral caballa y su gran flotilla pesquera hacen que las subastas de pescados y mariscos alcancen grandes índices de ventas, predominando el pescado azul de la bahía (caballas, sardinas, jureles y boquerones, entre otros) y su puerto se convierte en arribo asiduo de barcos que abastecen a Ceuta y se proveen asimismo de víveres y mercancías como también de las pilas de carbón, principal energía para la propulsión de máquinas de vapor que empiezan a sustituir con rapidez al viento y a las antiquísimas velas”, recoge el libreto. “Como consecuencias del esplendor que empieza a alcanzar el puerto de Ceuta –continúa–, la principal empresa y medio de sustento de sus habitantes, se le empieza a conocer a nuestra ciudad como ‘América chica’. El 90 por ciento de su población trabaja en los muelles o embarcados en los pesqueros, por lo que se puede decir que Ceuta vivía de cara al mar por todos sus costados, y en torno al puerto”.

Con esta introducción en el libreto, la comparsa quería dar a conocer parte de la reciente historia de una ciudad “marinera por excelencia”.

Para dar vida aquellos personajes, los miembros de la comparsa tuvieron que buscar ropa antigua y tratarlas. Algunos de ellos la tenían en casa o se la pidieron a sus padres; otros, acudieron a la ‘burraquía’ (una nave donde vendían ropa de segunda mano) que se ubicaba en la cuesta Parisiana, a buscar sus prendas, como pantalones, camisas y chaquetas. «La ropa estaba allí por fardos. Los abríamos y desprendía una peste… Tuvimos que lavar la ropa 18 veces. Era ropa de saldo y creo que se compraba por kilos», recuerda Compaz. Los complementos, como gorras, botas o alguna mochila, se adquirieron en otro lugar o se hicieron para la ocasión.

El ensayo general se celebró en la Peña Cultural Carnavalesca ‘El piropo’, un local que estuvo “a reventar”, tal y como recuerda ‘Piru’. “No cabían más personas y las sensaciones fueron estupendas”, apostilla.

En este ensayo general se confirmó lo que ya se veía en los ensayos: una comparsa muy bien trabajada que no dejaba a nadie indiferente, y preparó al grupo aún más para el concurso.

El día del estreno en el COAC quedaron temprano en un salón de belleza que estaba situado en la céntrica calle Echegaray. “Las caritas que llevábamos daban miedo, todos de blanco con ojeras para recrear los personajes de las fotos antiguas. Conforme salíamos de la maquilladora para dirigirnos al teatro, la gente se nos quedaba mirando. Éramos los primeros The Walking Dead que veía el personal”, bromea ‘Piru’.

Y llegó el momento más esperado: el concurso. En la presentación, Francisco Sánchez Montoya, que junto a Juan Bravo hizo posible la recreación de la fotografía de la que ‘salían’ los personajes, vestido de fotógrafo de la época comenzó a repartir desde el escenario pequeñas estampas con una foto de la comparsa en formación y el forillo de fondo –tal y como la veía el público en ese momento en escena­–, y por detrás, la siguiente estrofa de la presentación: “Mira chiquilla esta foto / guárdatela en la cartera / lleva un trocito de Historia / de mi Ceuta marinera, / pregona a los cuatro vientos / presume de su grandeza / éramos gente sencilla / de los pies a la cabeza, / del pasado rescatado / pa alegrarte a ti la fiesta…” (sic).

Imagen de la estampa que se repartió entre el público.

Aquella estampa se hizo posible gracias a las gestiones del padre de Alejandro García con Deportes Sunder, empresa que se encargó de imprimirlas. Para hacer esta foto, la comparsa tuvo que trasladarse al Puerto. «Allí nos quedamos en pelotas, nos disfrazamos y nos hicimos la foto», cuenta Compaz entre risas.

Aunque la comparsa estaba muy trabajaba, los nervios no faltaron a la cita. “Estábamos todos inmóviles esperando a que las guitarras empezaran el punteo. Creo que el blanco de las caras ya no era el maquillaje, era el ‘caguti’ que teníamos, y la gente esperando a que empezáramos a cantar”, comenta ‘Piru’. En el momento en que la presentación llegaba a su mitad, los personajes cobraban vida y se fueron hacia el borde del escenario. En ese instante, el público empezó a aplaudir y no paró hasta el final del popurrí, llevando en volandas a la comparsa.

“Esa sensación es lo mejor que puede sentir un carnavalero. Creo que todo el que se sube al escenario debería sentirlo en algún momento de su vida. En mi caso, lo he vivido dos años, tanto a nivel de ensayos como a nivel de concurso y, cómo no, de calle: ese año de ‘Recuerdos de papel’ y el último año, con ‘El Valle de los Caídos’.

Aquel año se celebraron semifinales debido al importante número de agrupaciones. Como era lógico, ‘Recuerdos de papel’ alcanzó la final, para ganarla. Una final que comenzó a las diez de la noche y cuyo fallo se dio cerca de las siete de la mañana. La comparsa consiguió numerosos premios (popurrí, autor, pasodoble…), además del primero, lo que ya hizo enloquecer al grupo. “Yo estaba histérico, al igual que todo el grupo. Cuando te lo llevas todo, yo no sabía si saltar, si tirarme de los pelos… Todo el mundo, loco”, recuerda Compaz.

Trofeo del primer premio. La comparsa decidió hacer uno para cada componente. El de la imagen es de Manolo Creo.

Sánchez Montoya: una de las claves del proyecto

El carnavalero e historiador Francisco Sánchez Montoya fue, desde el principio, una de las claves de este proyecto, una idea que giraba en torno a una estampa portuaria.

El ‘fichaje’ de Sánchez Montoya se produjo cuando Manolo Creo, Emilio Salvador Abad y Jerónimo Romero fueron a verle a su lugar de trabajo. Allí le contaron su idea y le preguntaron cómo se podría llevar al escenario con una fotografía como atrezzo de fondo –en aquel momento Sánchez Montoya dedicaba su labor como historiador a la fotografía–. “Hay que ponerse en la mentalidad de aquella época, 1.990, cuando no existían ni Internet ni los móviles. Entonces les dije que podríamos hacer una foto antigua del muelle de pescadores que midiera lo que ocupa la comparsa y se ponía detrás. Les pareció muy bien la idea que les di”, explica el historiador. Con la luz verde dada por los miembros de la comparsa, buscó una foto antigua de lo que era el foso seco del Puente de la Almina, que también dejaba ver un poco los Jardines de San Sebastián. Esta foto la encargó a una empresa en Madrid, y con unas medidas de 6 metros de largo y 3 de alto, se la enviaron en un rollo. Entonces surgía la pregunta de cómo iban a subir dicha imagen al escenario, llegando a la conclusión de que tenían que cortarla en varias láminas. Sánchez Montoya tenía mucha amistad con Juan Bravo que, como él, era miembro del Instituto de Estudios Ceutíes (IEC), además de un excelente carpintero. Entonces la cortaron, la montaron en varios tableros, les pusieron unas patas y el atrezzo estaba listo para el día del concurso.

Paco Sánchez, participando con la comparsa sobre el escenario.

A Sánchez Montoya también se le ocurrió que como al principio de la presentación los componentes partían desde la foto, se podía poner siluetas en blanco para hacerlo más real y parecer que efectivamente salían de la foto, algo que también se llevó a cabo. Finalmente propuso salir con una cámara antigua de fotografía –dicho artilugio fue fabricado por el propio Sánchez Montoya y en su interior llevaba una cámara de verdad– y simular que tomaba la foto, lo que también les pareció bien. Esta cámara debía tener incluso el efecto del flash con humo de las máquinas más primitivas, lo que se consiguió a través de un condimento en dos botellitas que le preparó el profesor Joaquín Ruiz Peláez, que daba clases en el Instituto Abyla. Al mezclarse las dos botellitas, salía el humo, tal y como se pudo ver en la actuación, cuando la comparsa decía en la presentación “mira, chiquilla, esta foto…”. Tras esta intervención, Sánchez Montoya quedaba a un lado del escenario acompañando a la comparsa.

Un pasodoble al creador de la comparsa que no llegó a montarse

Pasodoble a Paco Alba, recogido en el libreto.

El libreto de ‘Recuerdos de papel’ guarda algún que otro tesoro, como un pasodoble a Paco Alba que el grupo no llegó a montar. Se trata de una letra de Alejandro García que cuenta que el ilustre autor gaditano fue el «culpable» de su amor por el Carnaval y acaba diciendo que caballas y gaditanos «se darán siempre la mano cantando al Maestro».

Otra de las inolvidables coplas es el estribillo: «Sardinitas, boquerones, jurelitos y caballas / yo te ofrezco a ti, paisana, delicias del mar / y si te parece poco, yo te voy a regalar / por un beso de tu boca un piropo en Carnaval».

Como curiosidad, en la portada del libreto no aparece el nombre de Jerónimo Romero como responsable, ya que además de Alejandro García, que sí fue el autor de la letra, en la música solo aparece Manolo Creo, que hizo la música junto a Romero, y en la dirección, la agrupación, siendo Romero quien ser encargó de dirigir el grupo. Según los componentes entrevistados, no tenía especial interés en aparecer, solo en trabajar por la comparsa.

Un año inolvidable para los componentes

Los componentes de ‘Recuerdos de papel’ consideran que aquel año fue inolvidable. No solo por los éxitos conseguidos en lo que a premios se refiere, sino también por las vivencias. El ‘pelotazo’ de la comparsa fue tal que los componentes no pararon de firmar autógrafos durante todo el Carnaval. «En mi vida había firmado autógrafos, y me veían por la calle y me daban un libreto para que lo firmara», comenta Compaz.

Contraportada del libreto, firmada por los componentes.

Javier Álvarez, ‘Piru’, cuenta que hubo dos motivos “esenciales” por los que, para él, fue uno de sus mejores años de Carnaval. Uno de ellos fue por lo vivido con los compañeros. “Era mi segundo año y desde el primer momento fue especial por la calidad humana que se respiraba, con Jerónimo, Quino, Manolo Creo, Mur, Compaz, Fernando y, cómo no, mi primer año con mi primo Ángel”. El otro motivo, y este más personal, fue que conoció a su pareja, María de la Esperanza de la Macarena Moreno Guillén. “Con ella comparto mi vida y el amor por los carnavales que nos unió”, añade.

Otro de los veteranos carnavaleros que ha recordado en estos días a ‘Recuerdos de Papel’ es Fernando Sanz. “Teníamos a gente muy válida, como Jerónimo, Creo, Dioni, ‘Piru’, Emlio, Luis Moreno y muchos más, y fue cuando desbancamos a ‘Chiki’ y a Peña. Fue un pelotazo en su tiempo. No me acuerdo de todos pero no me puedo olvidar del Rey Quino Cabrera”, indica Sanz, quien añade que, para él, esta comparsa fue uno de sus grandes premios y uno de sus mejores años en sus comienzos.

Para su compañero en la percusión, el caja Juanjo Gómez Mancilla, esta comparsa supuso un cambio no solo para la idea que tenían de la comparsa en Ceuta, «también lo fue para la mentalidad del carnavalero… Jamás se había ensayado aquí una Semana Santa antes. En diciembre estaba el repertorio totalmente montado», recuerda. «La semana de Carnaval fue increíble, hubo un par de días en los que cantamos en cuatro sitios y se nos esperaba en todos», añade.

Por su parte, Manolo Creo considera que ‘Recuerdos de papel’ fue “la frontera de un antes y un después en la modalidad de comparsa en Ceuta. No ha sido de las mejores pero sí fue la precursora aquí, en Ceuta, de lo que era, es y representa la comparsa gaditana. Jerónimo sabía lo que quería y nos dio un cambio en las formas de interpretar, de ensayar de lo que era la comparsa gaditana. Pendiente de cada detalle. Un crack».

Otra de las anécdotas que han pasado a la historia tuvo que ver con la púa que utilizaba Creo para puntear. En los primeros días de ensayos, estando en casa de Dioni, Romero le vio puntear y le preguntó con qué lo estaba haciendo. Le mostró la púa y se la tiró, pidiéndole que comprara una grande de bajo para que se escuchara mejor. Se trata de una púa roja que aún conserva Creo y que tiene la punta negra de tanto ser usada. También le pidió que las cuerdas de guitarra fueran las que usan los flamencos, material que se lo traían de Cádiz.

Púas de guitarra que utilizó Manolo Creo en ‘Recuerdos de papel’.

Para Compaz, esta agrupación también supuso «un antes y un después» tanto para su carrera como para el Carnaval de Ceuta. Compaz venía de dos años en chirigotas y en el cambio de modalidad tuvo la suerte de formar parte de una comparsa que se convirtió en inmortal. «Significó lo más grande que ha pasado por mí, sin menospreciar a nada ni a nadie, porque estoy orgulloso de todas y cada una de las agrupaciones en las que he salido cantando», deja claro Compaz, para añadir que ha salido con muchos autores y agrupaciones pero ese 1990 fue especial: «Cada uno tiene su forma de dirigir, escribir y hacer música, pero aquí hay que quitarse el sombrero». Asegura Compaz que «la misma sorpresa» de aquel año también se la llevó cuando conoció a Paquito Sánchez, «que sin ser gaditano, lo hace igual que el gaditano».

«Que te enseñe un gaditano y te diga cómo tienes que cantar… Era muy diferente a lo que yo estaba acostumbrado a hacer y sonaba mejor. Fui componente de una de las comparsas que marcó la diferencia. Después, gracias a esa comparsa encauzamos el Carnaval que hoy tenemos, gracias a dios», comenta Compaz, quien añade que esta comparsa «aportó lo que necesitaba el Carnaval ceutí en aquel momento de gloria que tenía, que ya quisiéramos hoy tener tantas agrupaciones como teníamos en aquella época. Sabíamos lo que queríamos pero no encontrábamos la forma de llegar a ese sitio, y tuvo que llegar un gaditano, el señor Jerónimo Romero, y marcarnos las pautas. Marcó el punto de inflexión en el Carnaval caballa y los cánones para hoy poder pelear en Cádiz, como lo hicieron ‘El tren de la vida’, ‘Los del Ferry’ o, por supuesto, las del Mixto que pasaron a semifinales. Puso los puntos sobre las íes y nos enseñó cómo había que hacer el Carnaval». Asegura que siguió esta senda «con ‘Noches de Grecia’, ‘La marinera’, ‘Con media risa’, y todas las que hizo». No obstante, también quiere destacar la labor de directores y autores como ‘Paíto’, ‘Chiki’ o Andrés Peña, entre otros.

«Fue el faro cuya luz era donde teníamos que llegar (…) Llegamos a donde se quiso llegar, se hizo lo que se quiso hacer, se cantó lo que se quiso cantar y nos enseñó lo que era un ensayo», concluye.

Pero todo lo que empieza, termina. Después de aquel maravilloso año, el grupo se partió y tras un año de parón, Jerónimo Romero y Alejandro García continuaron con ‘Noches de Grecia’. Pero esto da para otra historia

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